Dolores Umbridge
Dolores Jane Umbridge era la hija mayor, y única chica, de Orford Umbridge, un mago, y Ellen Cracknell, una muggle. Su hermano era un squib. El de sus padres no era un matrimonio feliz y Dolores los odiaba en secreto. A Orford por su falta de ambición (nunca había ascendido y trabajaba en la Oficina de Mantenimiento Mágico del Ministerio de Magia), a su madre Ellen por su inconstancia, desorden y origen muggle. Tanto Orford como su hija culpaban a Ellen de la falta de poderes mágicos del hermano de Dolores. Por eso, cuando Dolores tenía 15 años, la familia se dividió. Orford y Dolores permanecieron juntos, mientras que Ellen volvió al mundo muggle con su hijo. Dolores no volvió a ver a su madre ni a su hermano, ni a hablar de ellos, y a partir de ese momento fingió pertenecer a una familia de sangre pura.
Dolores era una bruja consumada que nada más terminar sus estudios en Hogwarts empezó a trabajar como becaria para la Oficina Contra el Uso Indebido de la Magia. Incluso con 17 años, Dolores era sentenciosa, intolerante y algo sádica. Sin embargo, gracias a su esmero y a la exagerada atención que dedicaba a sus superiores, junto con la crueldad y el sigilo con los que se llevaba el mérito por el trabajo de otros, consiguió ascender enseguida. Antes de cumplir los treinta, Dolores ya estaba al mando de la Oficina y no tardó en ascender a puestos de mayor responsabilidad dentro del Departamento de Seguridad Mágica. Para entonces había convencido a su padre para que aceptase la jubilación anticipada y, con la ayuda de una pequeña pensión, consiguió apartarle de la sociedad. Cuando alguien (normalmente algún compañero que no se llevaba bien con ella) le preguntaba: “¿Eres familia del Umbridge que fregaba el suelo?”, siempre sonreía dulcemente, se reía, lo negaba rotundamente y aseguraba que su padre, ya fallecido, había sido un miembro distinguido del Wizengamot. Aquellos que preguntaban por Orford, o por cualquier otro tema del que Dolores no quisiera hablar, solían sufrir algún tipo de infortunio, y los que querían estar de su parte debían fingir que creían su versión.
A pesar de esforzarse por conseguir el afecto de uno de sus superiores (poco importaba cuál, con tal de prosperar en su posición social y seguridad gracias a un marido influyente), Dolores nunca se casó. Aunque valoraban su ambición y dedicación, cuando la conocían mejor encontraban pocas razones para interesarse por ella. Tras una copita de jerez, Dolores solía hablar más de la cuenta, e incluso aquellos de tendencia antimuggle se escandalizaban cuando esta revelaba a puertas cerradas lo que realmente pensaba de la comunidad no mágica y del tipo de trato que se merecía.
Cuantos más años cumplía, más fuerte se hacía y más ascendía en el Ministerio, más crecía el interés de Dolores por los accesorios cursis. Su despacho se llenó de adornos y florituras, y sentía predilección por todo lo que estuviera decorado con gatitos (a pesar de que los de verdad le parecían un engorro). Cuando el ministro de Magia Cornelius Fudge comenzó a inquietarse y a desconfiar de Albus Dumbledore, pensando que quería derrocarle, Dolores vio una oportunidad para encumbrarse y, avivando el orgullo y los miedos del ministro, se presentó como una de las pocas personas en las que este podía confiar.
Al convertirse en Suma Inquisidora de Hogwarts, Dolores pudo, por primera vez en su vida, dar rienda suelta a sus prejuicios y crueldad. Su paso por el colegio como estudiante no había sido agradable, subestimada para cualquier puesto de responsabilidad, y se deleitó en la oportunidad de volver y hacer uso de su autoridad sobre aquellos que (en su opinión) no habían sido justos con ella.
Dolores tiene fobia a todas las criaturas que no son del todo, o en absoluto, humanas. La antipatía que siente hacia el medio gigante Hagrid, o el miedo que tiene a los centauros, es un ejemplo del temor que siente Dolores hacia lo desconocido y lo salvaje. Es una persona controladora, y considera que todos aquellos que desafían su autoridad y punto de vista deben ser castigados. Para Dolores, subyugar y humillar a otros es un placer. Lo único que la distingue de Bellatrix Lestrange son las personas a quienes han jurado lealtad.
La estancia de Dolores en Hogwarts no terminó bien. Se dejó llevar por su ambición y, saltándose los límites de su propia autoridad, se extralimitó en las competencias que Fudge le había otorgado. Afectada, aunque no arrepentida, por cómo había concluido su carrera en Hogwarts, regresó a un Ministerio que se había sumido en el caos tras el regreso de lord Voldemort.
Gracias a los distintos cambios de regímenes que siguieron a la dimisión involuntaria de Fudge, Dolores pudo regresar a su antiguo puesto en el Ministerio. El nuevo ministro, Rufus Scrimgeour, tenía otros problemas más acuciantes que Dolores Umbridge. Pero Scrimgeour fue castigado después por ese despiste. Además, el hecho de que el Ministerio nunca hubiese sancionado a Dolores por tantos abusos de poder era para Harry Potter un ejemplo de su complacencia y despreocupación. Harry creía que al seguir empleando a Dolores y al no sancionarla por su comportamiento en Hogwarts, se ponía de manifiesto la corrupción que reinaba en el Ministerio y se negó a colaborar con el nuevo ministro. (Dolores es la única persona, además de lord Voldemort, que ha dejado en Harry una cicatriz permanente tras obligarle a grabar en el dorso de la mano las palabras “No debo decir mentiras”).
Dolores pronto volvió a disfrutar más que nunca de la vida en el Ministerio. Cuando el títere Pius Thicknesse se convirtió en ministro y los seguidores del Señor Tenebroso se infiltraron en el Ministerio, Dolores pudo por fin encontrar su sitio. Con mucho acierto, los mortífagos vieron que tenía mucho más en común con ellos que con Albus Dumbledore, así que además de mantenerla en su puesto, le otorgaron aún más poder y la nombraron jefa de la Comisión de Registro de Hijos de Muggles. Esta comisión en realidad era un juicio amañado por el que se encarcelaba a los hijos de muggles, acusados de haber usurpado sus varitas y sus poderes.
Mientras juzgaba a una nueva mujer inocente, Harry Potter finalmente atacó a Dolores en el corazón del Ministerio, robándole el Horrocrux que sin saber tenía en su poder.
Tras la caída de lord Voldemort, Dolores Umbridge fue juzgada por su ferviente cooperación con el régimen y fue condenada por la tortura, encarcelamiento y muerte de varias personas (algunos de los hijos de muggle inocentes que metió en Azkaban no sobrevivieron).
Dolores era una bruja consumada que nada más terminar sus estudios en Hogwarts empezó a trabajar como becaria para la Oficina Contra el Uso Indebido de la Magia. Incluso con 17 años, Dolores era sentenciosa, intolerante y algo sádica. Sin embargo, gracias a su esmero y a la exagerada atención que dedicaba a sus superiores, junto con la crueldad y el sigilo con los que se llevaba el mérito por el trabajo de otros, consiguió ascender enseguida. Antes de cumplir los treinta, Dolores ya estaba al mando de la Oficina y no tardó en ascender a puestos de mayor responsabilidad dentro del Departamento de Seguridad Mágica. Para entonces había convencido a su padre para que aceptase la jubilación anticipada y, con la ayuda de una pequeña pensión, consiguió apartarle de la sociedad. Cuando alguien (normalmente algún compañero que no se llevaba bien con ella) le preguntaba: “¿Eres familia del Umbridge que fregaba el suelo?”, siempre sonreía dulcemente, se reía, lo negaba rotundamente y aseguraba que su padre, ya fallecido, había sido un miembro distinguido del Wizengamot. Aquellos que preguntaban por Orford, o por cualquier otro tema del que Dolores no quisiera hablar, solían sufrir algún tipo de infortunio, y los que querían estar de su parte debían fingir que creían su versión.
A pesar de esforzarse por conseguir el afecto de uno de sus superiores (poco importaba cuál, con tal de prosperar en su posición social y seguridad gracias a un marido influyente), Dolores nunca se casó. Aunque valoraban su ambición y dedicación, cuando la conocían mejor encontraban pocas razones para interesarse por ella. Tras una copita de jerez, Dolores solía hablar más de la cuenta, e incluso aquellos de tendencia antimuggle se escandalizaban cuando esta revelaba a puertas cerradas lo que realmente pensaba de la comunidad no mágica y del tipo de trato que se merecía.
Cuantos más años cumplía, más fuerte se hacía y más ascendía en el Ministerio, más crecía el interés de Dolores por los accesorios cursis. Su despacho se llenó de adornos y florituras, y sentía predilección por todo lo que estuviera decorado con gatitos (a pesar de que los de verdad le parecían un engorro). Cuando el ministro de Magia Cornelius Fudge comenzó a inquietarse y a desconfiar de Albus Dumbledore, pensando que quería derrocarle, Dolores vio una oportunidad para encumbrarse y, avivando el orgullo y los miedos del ministro, se presentó como una de las pocas personas en las que este podía confiar.
Al convertirse en Suma Inquisidora de Hogwarts, Dolores pudo, por primera vez en su vida, dar rienda suelta a sus prejuicios y crueldad. Su paso por el colegio como estudiante no había sido agradable, subestimada para cualquier puesto de responsabilidad, y se deleitó en la oportunidad de volver y hacer uso de su autoridad sobre aquellos que (en su opinión) no habían sido justos con ella.
Dolores tiene fobia a todas las criaturas que no son del todo, o en absoluto, humanas. La antipatía que siente hacia el medio gigante Hagrid, o el miedo que tiene a los centauros, es un ejemplo del temor que siente Dolores hacia lo desconocido y lo salvaje. Es una persona controladora, y considera que todos aquellos que desafían su autoridad y punto de vista deben ser castigados. Para Dolores, subyugar y humillar a otros es un placer. Lo único que la distingue de Bellatrix Lestrange son las personas a quienes han jurado lealtad.
La estancia de Dolores en Hogwarts no terminó bien. Se dejó llevar por su ambición y, saltándose los límites de su propia autoridad, se extralimitó en las competencias que Fudge le había otorgado. Afectada, aunque no arrepentida, por cómo había concluido su carrera en Hogwarts, regresó a un Ministerio que se había sumido en el caos tras el regreso de lord Voldemort.
Gracias a los distintos cambios de regímenes que siguieron a la dimisión involuntaria de Fudge, Dolores pudo regresar a su antiguo puesto en el Ministerio. El nuevo ministro, Rufus Scrimgeour, tenía otros problemas más acuciantes que Dolores Umbridge. Pero Scrimgeour fue castigado después por ese despiste. Además, el hecho de que el Ministerio nunca hubiese sancionado a Dolores por tantos abusos de poder era para Harry Potter un ejemplo de su complacencia y despreocupación. Harry creía que al seguir empleando a Dolores y al no sancionarla por su comportamiento en Hogwarts, se ponía de manifiesto la corrupción que reinaba en el Ministerio y se negó a colaborar con el nuevo ministro. (Dolores es la única persona, además de lord Voldemort, que ha dejado en Harry una cicatriz permanente tras obligarle a grabar en el dorso de la mano las palabras “No debo decir mentiras”).
Dolores pronto volvió a disfrutar más que nunca de la vida en el Ministerio. Cuando el títere Pius Thicknesse se convirtió en ministro y los seguidores del Señor Tenebroso se infiltraron en el Ministerio, Dolores pudo por fin encontrar su sitio. Con mucho acierto, los mortífagos vieron que tenía mucho más en común con ellos que con Albus Dumbledore, así que además de mantenerla en su puesto, le otorgaron aún más poder y la nombraron jefa de la Comisión de Registro de Hijos de Muggles. Esta comisión en realidad era un juicio amañado por el que se encarcelaba a los hijos de muggles, acusados de haber usurpado sus varitas y sus poderes.
Mientras juzgaba a una nueva mujer inocente, Harry Potter finalmente atacó a Dolores en el corazón del Ministerio, robándole el Horrocrux que sin saber tenía en su poder.
Tras la caída de lord Voldemort, Dolores Umbridge fue juzgada por su ferviente cooperación con el régimen y fue condenada por la tortura, encarcelamiento y muerte de varias personas (algunos de los hijos de muggle inocentes que metió en Azkaban no sobrevivieron).
Pensamientos de J.K. Rowling
Hace mucho tiempo asistí a clases para aprender una determinada habilidad o tema (voy a ser todo lo imprecisa que pueda, por razones obvias) y conocí a una profesora o instructora a quien detesté nada más ver.
Esta mujer respondió a mi antipatía con interés. El porqué de nuestro desagrado mutuo, tan intenso, sincero y (al menos por mi parte) irracional, lo desconozco. Algo que no olvido es cuánto le gustaban los accesorios cursis. Me acuerdo especialmente de un pequeño pasador de plástico en forma de lazo y de color amarillo pálido que se ponía en el pelo corto y rizado. Solía quedarme mirando ese pequeño pasador, propio de una niña de tres años, como si fuese algún tipo de malformación física desagradable. Era una mujer bastante corpulenta, y algo entrada en años, por lo que su predilección por las florituras donde (en mi opinión) sobraban, y usar bolsos demasiado pequeños (que parecían sacados de la caja de juguetes de una niña), chocaba con una personalidad que no era ni dulce, ni inocente, ni ingenua.
Suelo ser muy cautelosa cuando hablo de estas fuentes de inspiración, porque es muy molesto ver que tus palabras se malinterpretan de maneras que pueden hacer mucho daño a otras personas. Esta mujer NO era “la verdadera Dolores Umbridge”. No se parecía a un sapo, nunca fue cruel o despiadada conmigo ni con nadie más y jamás le oí expresar opiniones que se pareciesen a las de Umbridge (y a decir verdad, no la conocía tan bien como para saber cuáles eran sus opiniones o preferencias, lo que hace que mi desagrado esté menos justificado). Sin embargo, sí que es verdad que de ella tomé prestado, y después exageré burdamente, el gusto por los accesorios empalagosos e infantiles, y pensaba en ese pasador de plástico amarillo cuando coloqué ese lazo parecido a una mosca en el pelo de Dolores Umbridge.
Más de una vez me he encontrado con que el gusto por lo inefablemente cursi puede ir mano a mano con una visión del mundo algo insensible. Durante un tiempo compartí oficina con una mujer que había cubierto la pared de detrás de su escritorio con fotos de gatitos. Es la persona más intolerante y la más ferviente defensora de la pena de muerte con la que he tenido la mala suerte de compartir una tetera. La predilección por todo aquello que sea empalagoso parece darse en aquellos que carecen de auténtica amabilidad o generosidad.
Así que Dolores, uno de los personajes que más desprecio, se convirtió en una mezcolanza de rasgos de estas, y muchas otras, fuentes. Su deseo de controlarlo todo, de castigar y hacer daño, siempre en nombre de la ley y el orden, es, creo, tan censurable como la abierta veneración de lord Voldemort por el mal.
Escogí el nombre de Umbridge con mucho cuidado. “Dolores” representa el sufrimiento, algo que inflige a todos aquellos que se cruzan en su camino. “Umbridge” es un juego de palabras a partir de la expresión británica “to take umbrage”, que significa “ofenderse”. A Dolores le ofenden todos aquellos que desafían su visión del mundo, tan limitada, y creo que este apellido transmite la estrechez de miras y el carácter rígido del personaje. El segundo nombre, “Jane” es más difícil de explicar, creo que simplemente sonaba petulante entre el nombre y el apellido.
Esta mujer respondió a mi antipatía con interés. El porqué de nuestro desagrado mutuo, tan intenso, sincero y (al menos por mi parte) irracional, lo desconozco. Algo que no olvido es cuánto le gustaban los accesorios cursis. Me acuerdo especialmente de un pequeño pasador de plástico en forma de lazo y de color amarillo pálido que se ponía en el pelo corto y rizado. Solía quedarme mirando ese pequeño pasador, propio de una niña de tres años, como si fuese algún tipo de malformación física desagradable. Era una mujer bastante corpulenta, y algo entrada en años, por lo que su predilección por las florituras donde (en mi opinión) sobraban, y usar bolsos demasiado pequeños (que parecían sacados de la caja de juguetes de una niña), chocaba con una personalidad que no era ni dulce, ni inocente, ni ingenua.
Suelo ser muy cautelosa cuando hablo de estas fuentes de inspiración, porque es muy molesto ver que tus palabras se malinterpretan de maneras que pueden hacer mucho daño a otras personas. Esta mujer NO era “la verdadera Dolores Umbridge”. No se parecía a un sapo, nunca fue cruel o despiadada conmigo ni con nadie más y jamás le oí expresar opiniones que se pareciesen a las de Umbridge (y a decir verdad, no la conocía tan bien como para saber cuáles eran sus opiniones o preferencias, lo que hace que mi desagrado esté menos justificado). Sin embargo, sí que es verdad que de ella tomé prestado, y después exageré burdamente, el gusto por los accesorios empalagosos e infantiles, y pensaba en ese pasador de plástico amarillo cuando coloqué ese lazo parecido a una mosca en el pelo de Dolores Umbridge.
Más de una vez me he encontrado con que el gusto por lo inefablemente cursi puede ir mano a mano con una visión del mundo algo insensible. Durante un tiempo compartí oficina con una mujer que había cubierto la pared de detrás de su escritorio con fotos de gatitos. Es la persona más intolerante y la más ferviente defensora de la pena de muerte con la que he tenido la mala suerte de compartir una tetera. La predilección por todo aquello que sea empalagoso parece darse en aquellos que carecen de auténtica amabilidad o generosidad.
Así que Dolores, uno de los personajes que más desprecio, se convirtió en una mezcolanza de rasgos de estas, y muchas otras, fuentes. Su deseo de controlarlo todo, de castigar y hacer daño, siempre en nombre de la ley y el orden, es, creo, tan censurable como la abierta veneración de lord Voldemort por el mal.
Escogí el nombre de Umbridge con mucho cuidado. “Dolores” representa el sufrimiento, algo que inflige a todos aquellos que se cruzan en su camino. “Umbridge” es un juego de palabras a partir de la expresión británica “to take umbrage”, que significa “ofenderse”. A Dolores le ofenden todos aquellos que desafían su visión del mundo, tan limitada, y creo que este apellido transmite la estrechez de miras y el carácter rígido del personaje. El segundo nombre, “Jane” es más difícil de explicar, creo que simplemente sonaba petulante entre el nombre y el apellido.
¿Qué les pareció?
A mi me parece genial que al fin halla salido la historia de uno de los personajes mas odiados de la saga. Siempre me imagine que, al igual que Voldemort, no era tan limpia como presumía. Ahora ya conocemos mas a fondo lo que hay detrás de los gatitos y moñitos rosas, y tenemos, razones mas estables para detestarla.
ResponderEliminarSaludos! C:
Hola!! Voy a decir algo que a todo el mundo le parece raro, pero yo no lei Harry Potter y tampoco es algo que me llame mucho la atencion (siempre hablando de libros) Igual las peliculas me encantan y la hstoria me parece genial. Bonito blog :) Te sigo de la CBA. Saludos!
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